Imprescindibles: "Charada" (1963)

⭐ Una mujer es perseguida en París por varios hombres que quieren una fortuna que su marido asesinado había robado.

 Este encantador thriller de comedia y romance que combina a Cary Grant y Audrey Hepburn, fue inteligentemente escrito por Peter Stone y dirigido en un estilo claramente hitchcockiano por Stanley Donen.
 Charada es un thriller finamente elaborado que tiene mucho que ofrecer más allá de su inteligente trama. El radiante romance de Hepburn con el suave Grant se maneja deliciosamente; el tema nominado al Óscar de Henry Mancini y Johnny Mercer es excelente; la fotografía de ubicación es exquisita, y la escena de lucha en la azotea entre Grant y Kennedy es realmente desgarradora.

Sinopsis

 Reggie (Audrey Hepburn) regresa a París de un viaje de esquí en los Alpes franceses para encontrar su casa saqueada y a su marido muerto. A su funeral asisten tres curiosos matones, interpretados por James Coburn, George Kennedy y Ned Glass, cada uno de los cuales se asegura de que el cadáver esté realmente muerto. Peter (Cary Grant) ofrece su ayuda a Reggie, al igual que el hombre de la CIA Bartholomew (Walter Matthau) que le informa que su marido era parte de una banda que, durante la Segunda Guerra Mundial, robó y escondió un cuarto de millón de dólares. Naturalmente, todos piensan, erróneamente, que Reggie sabe el paradero del dinero.

 Aunque Reggie se enamora de Peter, sospecha que él también está detrás del dinero, especialmente dada su afición por los alias. A medida que los cadáveres comienzan a acumularse, se vuelve cada vez más importante, y difícil, para Reggie determinar quiénes son los buenos y quiénes son los malos.

Críticas

 Un thriller macabro descarado: romántico, aterrador, satisfactorio. "¿Cómo te afeitas allí?" Audrey Hepburn pregunta, poniendo su dedo en la hendidura en la barbilla de Cary Grant,  tratando de seducir a una leyenda.

 Esta pieza de kitsch de alto estilo, dirigida por Stanley Donen, a partir de un guion ligero e inteligente de Peter Stone y Marc Behm, es tan agradable a su manera como El sueño eterno (1946, Howard Hawks). Sin embargo, fue ampliamente criticado cuando salió; los tonos mezclados de comedia y terror parecían ofender a la prensa. El escenario es París. Hepburn es una joven viuda que es acechada por los dolientes en el funeral de su marido. Con Walter Matthau y James Coburn, George Kennedy y Ned Glass como matones intrigantes. La partitura es de Henry Mancini; la cinematografía es de Charles Lang, Jr.; la ropa de Hepburn es de Givenchy.

 En el filme tenemos por un lado, la presencia irónica de Grant, actuando él mismo y de alguna manera manteniéndose al margen de esa actuación. Luego está la sincera seriedad de Hepburn combinada con su genio como comediante, presente en su habilidad para transformar en un instante la seriedad en una tontería. La película de Donen manifiesta la misma duplicidad: es una película de suspense disparatada, una comedia mezclada con violencia, que canaliza las divertidas ansiedades de Hitchcock en su forma más ligera. En sus tramas y contratramas, su versión de un Grant infinitamente diverso (su identidad cambia cuatro veces), Donen aprovecha el miedo latente en el comportamiento cortés de Grant: el asesino potencial de Sospecha de Hitchcock, que se esconde detrás de la calma imperturbable de su personaje. Como tal, Charada juega con el interés de la película de espías en la noción de confianza como base del amor, en un mundo de espionaje, de engaños y deshonor entre ladrones. Con dos actores cuya imagen entera fue nutrida por el artificio de una naturalidad artificiosa, la película quiere preguntarse: ¿cómo podemos saber cuando alguien nos está mintiendo? ¿cómo sabemos quién es simplemente un actor?

 A pesar de sus 113 minutos, Charada nos presenta una entrada temporal a ese lugar más brillante de Hollywood, a la posibilidad de la aventura, la posesión vicaria de la belleza. Protagonizada por dos europeos en un París mítico, peligroso y seductor, sigue siendo la quintaesencia de la película de Hollywood.


Trasfondo

 A principios de diciembre de 1963, sólo un par de semanas después del asesinato de Kennedy, se estrenó Charada en Manhattan. Según Tom Wolfe, a las 6 a. m. de una gélida mañana de diciembre, la multitud ya estaba haciendo fila en la calle para asegurarse un asiento. Durante "los días oscuros" posteriores a la muerte de JFK, Charada ofreció a Cary Grant y Audrey Hepburn (¿dos de las personas más atractivas que jamás hayan aparecido en la pantalla?) una partitura de Henry Mancini, vestidos de Givenchy, suspense, glamour y París.

 En medio de la dislocación y extrañeza que produjo el asesinato de JFK, debió parecer una de las pocas señales de que la vida transcurría con normalidad; el mundo puede haberse vuelto extraño, pero las ilusiones de Hollywood estaban intactas. Sin embargo, algunos meses más tarde, Pauline Kael, la mejor de todas las críticas cinematográficas estadounidenses, escribía: "No pude persuadir a mis amigos para que fueran a ver Charada, que aunque no era más que una golosina encantadora, creo que era probablemente la mejor película estadounidense del año pasado". Para Kael, la invisibilidad de la película era un signo de los tiempos, un rechazo a todo lo que era vibrante, vulgar y maravillosamente frívolo en las películas estadounidenses.

 Después de Charada, Grant solo haría dos películas; se retiró en 1966. Hepburn actuó durante la década de los 60, y las películas que hizo —Cómo robar un millón y... (1966), Dos en la carretera (1967), y Sola en la oscuridad (1967)— aun siendo buenas producciones, indudablemente están un peldaño por debajo.

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