Antes de que William Wyler acometiera su popular versión de la novela de Lew Wallace, Fred Niblo ya rodó una muy espectacular versión, que prueba que ya en la época del cine mudo se podía llegar a rozar la perfección. Ramón Novarro es Ben-Hur, y Francis X. Bushman su oponente. Con momentos tan espectaculares como la carrera de cuádrigas, el film contiene algunos fragmentos coloreados a mano, como el de la Natividad de Jesús.
Sinopsis
Antiguos amigos de la infancia, Judah Ben-Hur y Messala se reencuentran años después ya adultos, esta vez con el oficial romano Messala como conquistador y Judah como un israelita rico, aunque conquistado. Un desliz de un ladrillo durante un desfile romano hace que Judah sea enviado como esclavo a galeras, sus propiedades confiscadas y su madre y su hermana encarceladas. Años más tarde, como resultado de su determinación de mantenerse con vida y su voluntad de ayudar a su amo romano, Judah regresa a su tierra natal como atleta romano exaltado y rico. Incapaz de encontrar a su madre y hermana, y creyéndolas muertas, no puede pensar en otra cosa que vengarse de Messala.
Crítica
Niblo emplea todo un lujo de detalles para meter al espectador en la acción, muy especialmente cuando orquesta la carrera de cuádrigas, convertida en una lucha a muerte entre Judah y Messala. Rodada durante seis días y con una cantidad de recursos técnicos jamás vista en el cine, la tensión asciende con cada choque de las ruedas de los carros y con cada frenético latigazo; cada cambio en la disposición de los corredores nos altera y hace subir nuestra adrenalina. Las cámaras filmaron la carrera desde todas las posiciones incluso a la altura de las pezuñas de los caballos. Sin embargo todo esto hubiera sido en vano si Bushman no actuara como un temible adversario de afilada mirada y Novarro no respondiera como todo un héroe de acción. Que toda la secuencia sea tan electrizante es resultado del hábil equilibrio conseguido entre el dinámico movimiento y el espectáculo.
Trasfondo
La más cara de la historia
El coste de la película fue de casi 4 millones de dólares, una cifra
exorbitante para la época, pero a cambio fue un enorme éxito recaudando 9
millones y convirtiéndose en la obra más taquillera de la Metro en el
extranjero durante décadas. No obstante, esa cifra no permitió recuperar
los gastos invertidos, ya que cuando Goldwyn compró la historia tuvo
que acordar en darle la mitad de los beneficios a los que poseían los
derechos de la novela. Eso sumado a los gastos de distribución hizo que
el estudio solo percibiera 3 millones, suponiendo por tanto una pérdida
de algo menos de un millón de dólares. Sin embargo, con el tiempo el
filme iría compensado esas pérdidas mediante nuevos reestrenos, pero su
principal ganancia no fue económica sino el enorme prestigio que otorgó
la película a la Metro. Había sido una batalla agotadora pero tras tres
años por fin habían podido hacer un filme a la altura de las
expectativas. Se mantendría como la película más cara de la historia
hasta que el productor David O. Selznick y el director Victor Fleming realizaran Lo que el viento se llevó, 14 años después.
Dificultades en el rodaje
El rodaje de esta película fue un auténtico caos. Es quizá el ejemplo más paradigmático de esta producción de la Metro Goldwyn Mayer que, pese a ser uno de los mayores taquillazos de esa época, resultó una experiencia agotadora y, en algunos casos, hasta traumática para muchos de sus participantes.
Para empezar, una que vez Goldwyn se hizo con los derechos de la novela en 1922 por un millón de dólares, June Mathis empezó a dar forma al proyecto con una serie de condiciones impuestas por ella, la primera de las cuales era que la película debía filmarse en Roma para conseguir una mayor autenticidad.
En lo que respecta al reparto, se hicieron pruebas a prácticamente todos los grandes actores de Hollywood para los papeles de Ben-Hur y Messala. Casi cualquier actor de renombre de la época hizo una prueba ante las cámaras, pero en vez de darle el papel protagonista al que parecía la elección más obvia, Valentino, Mathis se decantó por George Walsh (hermano de Raoul) como Ben-Hur y por Francis X. Bushman como Messala. En cuanto a la dirección del proyecto, Rex Ingram, que había filmado algunas de las películas más exitosas de aquellos años, daba por hecho que sería él, pero en su lugar Mathis escogió al más discreto George Brasbin. Ingram quedó profundamente herido en su orgullo propio y siempre lamentó que no le hubieran tenido en cuenta para esa gran producción.
El rodaje de la película se demoró demasiados meses debido a la localización romana que se había elegido. Trabas políticas y huelgas con Mussolini en el poder, y trabajadores que querían alargar su fuente de sustento contribuyeron a ello. Los cientos de personas que formaban el equipo americano estuvieron meses sin poder avanzar la espera de que el proyecto arrancara.
Cambios drásticos
Recapiteluemos: la película, que inicialmente iba a ser una producción de Goldwyn Pictures -para entonces, la compañía ya no estaba asociada con el fundador Samuel Goldwyn- bajo la supervisión de June Mathis, con Charles J. Brabin en la silla del director, y protagonizada por George Walsh, Francis X. Bushman y Gertrude Olmstead.
Diversas dificultades y costos vertiginosos durante el rodaje en Italia llevaron a la desaparición de Goldwyn como estudio independiente y a la eventual formación de Metro-Goldwyn (más tarde Metro-Goldwyn-Mayer), bajo el mando del director del estudio Louis B. Mayer.
En 1924, la producción de Ben-Hur se detuvo temporalmente y se reemplazó a la mayoría de su talento clave: June Mathis fue despedida; el segundo al mando de Metro-Goldwyn, Irving G. Thalberg, se convirtió en el supervisor oficial, junto con Brabin (reemplazado por Fred Niblo) y George Walsh (reemplazado por la estrella en ascenso de Metro Pictures, Ramón Novarro). También May McAvoy reemplazó a Gertrude Olmstead.
Niblo se encontró pues en una situación contradictoria: tener el honor de dirigir una de las películas más importantes de la época pero, al mismo tiempo, tener que poner orden a un rodaje descontrolado y logísticamente inabarcable. De hecho los primeros meses Niblo continuó sin poder rodar nada a causa de los innumerables problemas que seguían persiguiendo a la producción:
- Por extraño que parezca, fueron absolutamente incapaces de encontrar ningún electricista medianamente eficiente en Italia y tuvieron que traer a unos expresamente de Viena.
- Para la famosa escena de la carrera de caballos estuvieron buscando algunos adecuados y los encontraron en Bulgaria, pero al parecer su dueño tenía otro comprador interesado que siempre sobrepasaba las ofertas del estudio. Luego descubrieron que ese segundo comprador era el Papa, que acabó quedándoselos.
- Para algunos planos situados en el interior del barco se estaba construyendo una piscina, pero mientras excavaban se encontraron unas catacumbas, lo cual quería decir que si se enteraba el gobierno se paralizaría el rodaje hasta que rescataran los restos arqueológicos.
- Y para acabar de redondear la situación, entre los centenares de extras italianos había continuas peleas entre fascistas y antifascistas, eso sin olvidar que la mayor parte de autóctonos no hablaban inglés, haciendo muy difícil la comunicación entre todos.
El momento más traumático del rodaje con diferencia fue sin duda la escena de la batalla naval. Para ello se necesitaban muchos extras que se reclutaron sobre todo entre gente desfavorecida de la zona. Pero ya de entrada la cosa no pintó muy bien cuando muchos de éstos aseguraron que sabían nadar para ser admitidos aunque eso no fuera cierto. No obstante, el desastre llegó mientras se filmaba la escena en que el barco ardía, ya que el fuego se propagó más de lo previsto provocando el caos. Todos los extras entraron en pánico y saltaron al agua haciendo caso omiso de las instrucciones que les daban para que mantuvieran la calma. La situación se volvió un absoluto descontrol ante la mirada impotente del equipo que se encontraba en tierra mientras escuchaba a los extras implorando ayuda. La gran pregunta es: ¿llegó a ahogarse alguien? Los testimonios de los que estuvieron presentes durante la grabación de la escena varían al respecto: algunos aseguran que sí, pero la mayoría afirmaron que milagrosamente al final no murió nadie. Lo que sí es cierto es que hubo mucha confusión y que la policía estuvo investigando a fondo e informó de que en caso de que alguien hubiera muerto durante la filmación, Niblo sería el responsable y sería detenido. Lo último que le faltaba ya al estudio era un conflicto internacional con su director tras rejas, así que mandaron a toda prisa a él y a su mujer lejos de allá en tren unos días hasta que las cosas se calmaran. Por suerte no sucedió nada grave.
Para la escena de la carrera de caballos, el decorado del Coliseo tardó en estar listo muchísimo más de lo previsto. Para cuando estuvo acabado ya era invierno y no había suficientes horas de luz para filmar, de modo que la compañía volvió a Estados Unidos en enero de 1925 con la idea de volver a rodar esas escenas en primavera. Lo cierto es que ya no regresarían más a Italia y se optó por la solución más lógica de construir el decorado en Hollywood y filmar todo lo que faltaba allá. Si a día de hoy la escena sigue resultando impresionante no es casualidad: realmente sus implicados se jugaron sus vidas en más de una ocasión, no había trucos y los accidentes se sucedían sin parar. Uno de ellos casi le costó la vida al protagonista de la película, Ramon Novarro, y en otro murió un extra. Pero los que peor parados salieron con diferencia fueron los caballos. A estas alturas creo que es de dominio público que en la era muda no se cuidaba mucho el bienestar de los animales durante los rodajes, y que permitir que un caballo muriera simplemente para conseguir un buen plano no era algo que quitara el sueño a nadie. Pero aún sabiendo eso, lo de Ben-Hur se fue por completo de las manos. El responsable de dichas escenas era B. Reaves Eason, y la escena de las carreras exigía mucho físicamente a los caballos y era frecuente que éstos se lesionaran o quedaran cojos. Cuando eso sucedía, invariablemente se le pegaba un tiro al pobre animal. Si a eso le sumamos las numerosas secuencias de riesgo en las que era imposible que los animales sobrevivieran, el precio a pagar por la espectacular secuencia final fue cargarse a decenas de caballos (según el actor Francis X. Bushman, se llegaron a matar más de 100).